Ciro Durán Un archivo vivo

Conocí a Amon en Brixton: Celebrando a David Bowie

David Bowie murió el pasado lunes 11 de enero. Fue una noticia repentina, inesperada, pues tan solo unos pocos días antes había lanzado un disco nuevo, y se había celebrado su cumpleaños.

Da la casualidad que vivo en el sur de Londres, no muy lejos del lugar donde nació Bowie, Brixton. He estado allí en varias ocasiones. Es un lugar con muchísima diversidad, cercano al centro de Londres, con buena comida, mercados donde se consigue plátano barato.

Había tenido la noticia de la muerte de Bowie en mi cabeza todo el día. Así que, después de terminar la jornada de trabajo, viajé a Brixton para ver lo que iba a pasar. Para ser honesto, no tenía idea de si iba a pasar algo. No revisé las noticias, ni conocía de alguna convocatoria a ningún lugar.

Personalmente no he escuchado muchas canciones de David Bowie, pero pensé que sería una oportunidad única de ver la historia haciéndose. De ver algo que es mucho más grande que cualquiera que nosotros. Reunirse para celebrar a un hombre que se ha convertido en sus canciones. Un hombre que ahora vivirá en las guitarras e instrumentos musicales de todos los que le toquen. Es ese su nivel de influencia.

Me bajé en la estación de trenes de Brixton y lo primero que hice fue buscar algo de cenar. Mientras tanto, comencé a pensar en qué diablos hacía allí. Tan solo conocía del lugar de nacimiento de Bowie hacía dos horas. No tenía idea de a dónde ir o qué hacer. Así que busqué en Twitter para saber qué ocurría alrededor. Encontré sobre el mural de Bowie junto a la tienda de departamentos Morleys, y el cine Ritzy, que había puesto un texto honrando a David.

Fui al mural, que estaba más cerca, para ver lo que estaba haciendo la gente. Fue surreal. Había un montón de gente alrededor del mural. Mucha gente con sus manos arriba con sus teléfonos, probablemente tratando de tomarle una foto al mural y a la gente de adelante poniendo flores. Pero desde mi punto de vista, sólo podía ver medio mural, con muchas pantallitas alrededor. ¿Trataban solamente de fotografiar la parte de abajo del mural? ¿O de fotografiar las cabezas y los teléfonos del montón de gente allí, como yo lo estaba haciendo? Algunas personas simplemente estaban felices de poder compartir sus imágenes entre sus grupos.

Había otro gran grupo de gente al lado. Este grupo no estaba reunido alrededor de nada en particular; incluso, cuando todo el mundo se fue, no había nada salvo un banco vacío. Casi podía escuchar una guitarra sonando, aunque eso bastaba para que la gente coreara espontáneamente las canciones de Bowie. Algunas personas vinieron en grupos, pero en general, ninguno de los que estaba allí nos conocíamos. Estábamos allí solamente para honrar a un artista.

Mi esposa y una amiga se unieron al poco rato, y les mostré el lugar al que había llegado solo 10 minutos antes. De alguna manera había visto todo esto como un parque de diversiones en desarrollo, con atracciones que surgían y desaparecían. Eras una atracción si traías tu instrumento musical, o si venías vestido de tu era favorita de Bowie. Muy pronto, creo, estos lugares se convertirán en los puntos para peregrinar y sentir algún tipo de conexión con Bowie.

En un momento se nos acercó un señor y nos pregunta qué opinamos de John Lennon. Lo dijo con un tono muy británico y muy convincente, como si realmente estuviese atendiendo al memorial de John Lennon. Después de un minuto, comenzó a reirse y a contar su historia.

Comenzó a escuchar a Bowie a los quince años, que había tocado su corazón, y que John Lennon, Roger Waters y David Bowie eran sus músicos favoritos. Que Inglaterra tenía muchísima buena música para mostrar. Que eran los músicos el alma y la cara del país, no los políticos.

Estos artistas son los que realmente comunican los valores de nuestra sociedad, y que eso lo hacía muy, muy orgulloso de ser inglés. En el día a día de Londres, es muy raro que alguien salga de la nada y abra su corazón a extraños, pero aquí, y ahora, era el momento correcto de hacerlo.

Antes de dejarnos nos invitó a comer a su casa. Probablemente nuestra cara era un indicativo claro de negar su generosa invitación. Aún así, le pregunté su nombre antes de irse. «Amon», me dijo. Dijo también que era irlandés, pero que había vivido muchos años alrededor de Londres.

Continuamos caminando a la plaza que queda cerca. El cine Ritzy tenía un gran aviso honrando a Bowie, y la plaza enfrente estaba llena de gente. Jóven y vieja. Todos recordándolo a él y a sus canciones. Algunos con instrumentos musicales, otros con cornetas que eran muy débiles para el espacio tan grande alrededor. Pero la debilidad de las cornetas era compensada por la gente alrededor, que al cantar las canciones animaba a los de alrededor a cantar con ellos.

El centro de la plaza estaba particularmente lleno de gente, cual concierto. No podía ver la razón alrededor de la cual se estaban reuniendo. Pero desde ahí podía ver un edificio junto a la plaza, con todas las luces de las ventanas prendidas, con gente recostada celebrando al músico también. Una de las ventanas tenía un proyector mostrando videos musicales en la pared de enfrente.

La muchedumbre rodeaba un busto que repentinamente recibió la atención de todos, mientras alguien se montó sobre el busto, rodeándolo con sus piernas, y comenzó a poner un poco de tirro sobre la cara del busto. Después de poner el tirro, era obvio lo que iba a pasar a continuación: con un spray fucsia pintó una parte del ojo y la frente, y ahora Henry Tate, comerciante y filántropo fundador del Tate Gallery, ahora posee el rayo de Ziggy Stardust.

Y así se pasó el tiempo, no había otro objetivo en esta reunión más que compartir el sentimiento de haber disfrutado la música de David Bowie, celebrarla y ser felices por ello. No era un funeral, era la reafirmación de lo qeu él representa y el legado que dejó.