Ciro Durán Un archivo vivo

Conoci a Craig en el tren

Hace unos días partí del lugar mi trabajo muy tarde, después de haberla pasado con unos amigos después de la jornada. Para esa hora, ya no habían trenes directos a mi casa, así que tuve que tomar uno que pasaba por el aeropuerto de Gatwick y luego conectar en algún lado de Londres.

Ya estaba listo para el largo viaje, así que estaba leyendo tranquilamente un libro mientras escuchaba música. Noté con el rabillo de mi ojo una persona a mi lado que apenas podía estar parada, hablando muy duro en su teléfono; no sabía de lo que hablaba, pues mi música ahogaba sus palabras.

Eventualmente se sienta en el lado opuesto de la mesa donde me estaba sentando. Probablemente haya sido que la batería de su teléfono se agotó, o que colgó, así que comenzó a mirar con quién podía conversar. No fue una tarea dificil ya que prácticamente éramos los únicos en el vagón.

El hombre tenía una gorra negra, puesta hacia atrás, mostrando una figura estilizada de un esfinge egipcia. Llevaba puestos también unos lentes de sol gigantes que cubrían sus ojos, y tenía una botella de plástico que solía contener agua, y que ahora contenía alguna bebida alcohólica amarilla que bien podría también usarse para destapar cañerías.

«¿Qué lees?», preguntó. Al principio no presté atención, ya que es una regla tácita que una persona con audífonos desea no ser molestada, a menos que sea un guardia del tren preguntando por los boletos. Pero ya que esta persona estaba tan claramente borracha, supuse que no estaba muy al tanto de la etiqueta.

Así que comencé a escuchar a esta persona, que inmediatamente cambió la conversación a lo increíblemente contento que estaba. Había dejado a su novia que trabaja en el aeropuerto. Tenía dos novias, me dijo. Esta, y una funcionaria de prisiones, que conoció cuando estaba en la cárcel. Tenía un bebé con cada una. Estaba particularmente feliz porque sentía que su futuro estaba asegurado por el trabajo de alguna de estas chicas.

Me preguntó que qué hacía para vivir. Por lo general no revelo inmediatamente que hago juegos a extraños, así que respondí que trabajaba con computadoras. Comenzó todo un discurso acerca de cómo había trabajado con computadoras, y cómo podía armarlas y desarmarlas.

Fui entonces un poco más específico, y dije que trabajaba desarrollando software. Me preguntó que en qué sentido mejoraba su vida lo que yo hacía. Es una buena pregunta, de hecho, independientemente de que haga juegos o no. Dudo seriamente que esta persona tenga una cuenta de banco, así que no podía responder eso. Y si piensas en ello, estar excluído de las finanzas modernas es en gran parte una influencia de las computadoras y de lo que otros programadores y yo hacemos. Di una respuesta tonta que no puedo recordar.

El tema final que tocamos fue el esquema más reciente para hacer dinero que él estaba pensndo. Me preguntó cuánto dinero podía costar un pescado, por peso, en la calle. Para ser honesto, me dijo el nombre del pez, pero mi vocabulario en inglés sobre peces es bastante limitado. Traté de adivinar honestamente, y dije que entre 5 y 10 libras esterlinas. Dijo que era cerca a 7.5 libras, y exclamó que por ese precio él podía vender 4 veces la cantidad de pescado.

Así que su plan era comprar pescado del mercado de Peckham, y también mención a Hoxton como alternativa. También comprar una o dos camionetas refrigeradas, y distribuir pescado alrededor del sur de Londres. Lo único que él necesitaba era tener una laptop en su casa de donde podía manejar la compañía. Le pregunté que a quién podía contratar para manejar los vehículos, pues a esta persona debía confiársele la conducción del mismo, para que no se lo lleve, o al menos no lo choque. Descartó que fuese un tema importante, dijo que podía contratar a un tío o un familiar que pudiese encargarse de eso. Parecía bastante confiado y feliz sobre su plan.

A medida que llegaba a mi parada para cambiar de tren, le dije adiós, agarré mis cosas y le pregunté antes de dejar el tren cuál era su nombre. «Craig», me dijo. Así que le dije adiós a Craig, y le deseé buena suerte en su empresa.

Y luego todo los trenes a mi casa en la siguiente hora fueron cancelados, y tuve que tomar un tren, pero eso es otro cuento.